El amor a uno mismo

En una ocasión estando una familia reunida, uno de los niños de menor edad hizo un movimiento brusco, haciendo caer al suelo un vaso de vidrio. Este hecho alteró a todos, principalmente a la madre, que comenzó a vociferar diciendo: "Te he dicho muchas veces que pongas atención con las cosas; eres un tonto que no sirves para nada". Ademas de esto, le propinó un bofetón en una de sus mejillas.

La madre se dejó perturbar por un hecho insignificante, reaccionando de forma desproporcionada. Perdió su paz, su equilibrio, su felicidad, y dejó de darles a sus hijos el bien más preciado, su felicidad, con lo cual tampoco les dio amor. Si hubiese permanecido tranquila y de buen humor, todos saldrian ganando. El hecho no era para tanto. Al salirse de su centro, perdió la poca felicidad que tenía, y ya no pudo compartirla con los demás. Eligió hacerse daño a sí misma. Perdió de vista lo fundamental en la vida. Agredió verbalmente a su hijo, faltandole el repeto. Perdió control sobre lo que decía, y todo esto produce consecuencias indeseables.

Con el ejemplo anterior, se puede ver una situación diaria en la que muchos padres eligen dejar de amarse a sí mismos, poniendo por encima del gozo y del amor; otras cosas de menor relevancia, en muchas ocasiones insignificantes. Al actuer de esta manera, enseñan a sus hijos a proceder de una forma inadecuada que los daña. Las actitudes y formas de reaccionar ante los acontecimientos se aprenden; por eso, debe poner mucho cuidado en lo que piensa, dice y hace. Este tipo de acciones se transmiten de generación en generación. Solamente los descendientes más despiertos eligen otras formas de comportamiento beneficiosas.