Puertollano 2012
Lección magistral en Puertollano del
Maestro Harold, donde 40 almas vibran en
sintonía.Personas con diferente edad y
motivaciones traspasan el umbral del
Instituto de Yoga para adentrarse en una
dimensión de ellas mismas, íntima y
profunda, quizás desatendida.
La tarde comienza con una reflexión
compartida sobre los problemas derivados de
la alimentación. El tratamiento responde a
una perspectiva holística del ser humano,
integral y sustancial. José Luis explica la
anato-fisiología del aparato digestivo
(“conócete a ti mismo…”) para concluir
después: “La comida define tu carácter”.
Aseveraciones simples, concretas y certeras,
verdades colmadas con la maestría del
sentido común que comúnmente
desatendemos: rutinas saludables, ahar,
potencia preventiva y curativa de los
alimentos naturales, atención consciente
durante el básico y vital acto de comer,
pirámide alimenticia, kriyas, mudras… el
patrón elemental, cotidiano, del practicante
de Yoga, puede que una aspiración aun por
cumplir o consolidar.
Pero nadie se inquieta porque el Maestro
está entre nosotros. Todas sus enseñanzas
fluyen con la suavidad del agua cristalina
que discurre ágil por el cauce, un rumor
profundo e intemporal, mientras refleja los
rayos del sol con la potencia de mil espejos.
Y todos somos guiados a la convergencia del
punto de equilibrio, a la tranquilidad de ese
factor concluyente donde las urgencias se
atemperan y el rostro se ilumina con un
grato fulgor.
“¿Qué me ha pasado?”, se preguntan
algunos cuando se calzan los zapatos y
regresan a la tibia tarde primaveral camino
de sus casas. “¿Dónde se quedaron mis
prisas, mis agobios?; ¿es irreal esta dulce
realidad?” Hemos reflexionado, hemos
compartido, y contado, y cantado, y bailado,
y reído. “¡Ah!, ya sé, el Maestro comenzó
por ahí, por el sentido del humor”. ¡Ríe!,
hazlo cada día, en cada situación, ríe cuanto
puedas, ríe a pesar de todo, ríe con todos,
comparte y difunde tu alegría, el universo la
recibirá amablemente y te devolverá
amplificadas sus bendiciones. ¡Alegría!
“¿Te ocupas del templo, lo cuidas?”, te
preguntaron, y dudaste. “Tú eres el templo,
así pues, dedícale la mayor atención”. No
puede ser: “¡Cómo lo habré olvidado! ¡otra
vez!”. Mas los Maestros te observaban
compasivos desde sus imágenes colgadas en
las paredes del Instituto. Y él, el Maestro
Harold, te recordó, señalando a Sri
Yogendra: “¡Mira su fotografía y salúdale:
Námaste!” Mostramos nuestro respeto y
veneración, agradecemos sus enseñanzas y
reconocemos su presencia, la sentimos
cercana y poderosa. El gesto ha de contener
un compromiso personal: ”¿Qué estás
dispuesto a cambiar en ti?”
Al llegar a casa te preguntarán: “¿Cómo fue
el Taller?”. Y tú responderás que muy bien,
que hicimos esto y aquello, y que reímos
mucho, y que aún quedan dos días más.
“Vuelves feliz”, te dicen. “Sí, lo sé”. Y te das
cuenta de que es tu alma la que ha hablado.
Lección magistral en Puertollano del
Maestro Harold, donde 40 almas vibran en
sintonía.Personas con diferente edad y
motivaciones traspasan el umbral del
Instituto de Yoga para adentrarse en una
dimensión de ellas mismas, íntima y
profunda, quizás desatendida.
La tarde comienza con una reflexión
compartida sobre los problemas derivados de
la alimentación. El tratamiento responde a
una perspectiva holística del ser humano,
integral y sustancial. José Luis explica la
anato-fisiología del aparato digestivo
(“conócete a ti mismo…”) para concluir
después: “La comida define tu carácter”.
Aseveraciones simples, concretas y certeras,
verdades colmadas con la maestría del
sentido común que comúnmente
desatendemos: rutinas saludables, ahar,
potencia preventiva y curativa de los
alimentos naturales, atención consciente
durante el básico y vital acto de comer,
pirámide alimenticia, kriyas, mudras… el
patrón elemental, cotidiano, del practicante
de Yoga, puede que una aspiración aun por
cumplir o consolidar.
Pero nadie se inquieta porque el Maestro
está entre nosotros. Todas sus enseñanzas
fluyen con la suavidad del agua cristalina
que discurre ágil por el cauce, un rumor
profundo e intemporal, mientras refleja los
rayos del sol con la potencia de mil espejos.
Y todos somos guiados a la convergencia del
punto de equilibrio, a la tranquilidad de ese
factor concluyente donde las urgencias se
atemperan y el rostro se ilumina con un
grato fulgor.
“¿Qué me ha pasado?”, se preguntan
algunos cuando se calzan los zapatos y
regresan a la tibia tarde primaveral camino
de sus casas. “¿Dónde se quedaron mis
prisas, mis agobios?; ¿es irreal esta dulce
realidad?” Hemos reflexionado, hemos
compartido, y contado, y cantado, y bailado,
y reído. “¡Ah!, ya sé, el Maestro comenzó
por ahí, por el sentido del humor”. ¡Ríe!,
hazlo cada día, en cada situación, ríe cuanto
puedas, ríe a pesar de todo, ríe con todos,
comparte y difunde tu alegría, el universo la
recibirá amablemente y te devolverá
amplificadas sus bendiciones. ¡Alegría!
“¿Te ocupas del templo, lo cuidas?”, te
preguntaron, y dudaste. “Tú eres el templo,
así pues, dedícale la mayor atención”. No
puede ser: “¡Cómo lo habré olvidado! ¡otra
vez!”. Mas los Maestros te observaban
compasivos desde sus imágenes colgadas en
las paredes del Instituto. Y él, el Maestro
Harold, te recordó, señalando a Sri
Yogendra: “¡Mira su fotografía y salúdale:
Námaste!” Mostramos nuestro respeto y
veneración, agradecemos sus enseñanzas y
reconocemos su presencia, la sentimos
cercana y poderosa. El gesto ha de contener
un compromiso personal: ”¿Qué estás
dispuesto a cambiar en ti?”
Al llegar a casa te preguntarán: “¿Cómo fue
el Taller?”. Y tú responderás que muy bien,
que hicimos esto y aquello, y que reímos
mucho, y que aún quedan dos días más.
“Vuelves feliz”, te dicen. “Sí, lo sé”. Y te das
cuenta de que es tu alma la que ha hablado.