Cimática o el estudio de las
Ondas
La ciencia de la cimática demuestra de forma visual el modo en que el
sonido configura la materia. La cimática consiste en el estudio del fenómeno de
las ondas, y fue “descubierto” en la década de los 60 por el científico suizo, Dr. Hans Jenny. Sus experimentos demostraron que, si se colocan polvos finos, arena y
virutas de acero sobre una lámina de metal y se les aplica una vibración de
ondas acústicas, dichas partículas se organizaban formando patrones concretos.
Las diferentes sustancias se concentran en los senos o depresiones de las ondas
acústicas, destacando de ese modo el lugar donde el sonido es más denso. Estos
sorprendentes patrones, también conocidos como figuras Chalynadi, configuran, en el caso de los sonidos armoniosos, mandalas geométricos
simétricos. En algunos casos no son simétricos, sin embargo resulta fascinante
su contemplación.
Lo cierto es que nuestra
ciencia moderna occidental es la que aporta las evidencias más convincentes en
lo referente al poder del sonido sobre la configuración y transformación de la
materia; lo que constituye el fundamento de su capacidad curativa. Sabemos con
toda certeza, como también lo sabían los antiguos, que todo el universo está
formado por átomos. Cada átomo está formado por un núcleo (neutrones y
protones) y un electrón o electrones que giran a gran velocidad alrededor del
núcleo. El número de cada una de estas partículas difiere según la naturaleza
de la materia. El movimiento de giro de los electrones origina un compás o
cadencia que crea una onda; onda que es posible distinguir mediante nuestra
percepción humana como forma o materia. Siempre que coexisten cadencia, onda y
forma, se produce Sonido. Este conjunto recibe el nombre de la “Ley de los
tres”. No es difícil relacionarlo con otros conjuntos o tríos como el de la
“Santísima Trinidad”, así como otros grupos de tres divinidades o aspectos que
también se da en otras religiones y culturas.
Si comparamos la distancia de los electrones al núcleo de cualquier átomo,
descubriremos que resulta proporcional a la de la Tierra al Sol (de
aproximadamente 160 millones de Km). En otros términos, lo que nuestros sentidos
humanos perciben como materia, no es otra cosa que un conjunto de campos
electromagnéticos resonantes, estrechamente vinculados e interpenetrados: en
resumen una manifestación densa de SONIDO (con mucho espacio intercalado). Toda
la materia es sonido y emite sonido, aunque dichos sonidos se encuentren, en su
mayoría, fuera de nuestro limitado sentido físico de la audición. Nuestros
cuerpo físicos, por consiguiente, son también campos electromagnéticos
resonantes, como también lo son nuestras auras, ambos generados por los átomos
que nos configuran.
Nosotros estamos
vibrando constantemente. Cada molécula, célula, tejido, órgano, glándula, hueso
y fluido de nuestros cuerpos tiene su propio índice (coeficiente) de vibración.
Lo mismo ocurre con cada chakra y cada estrato de campo electromagnético, o
aura. Estos puntos y campos de energía son de igual importancia para el cuerpo
físico, aunque menos densos. En cierto sentido reflejan el estado del cuerpo
físico aunque, lo que es más importante, el cuerpo físico refleja el estado del
aura. La ciencia de la cimática prueba más allá de toda duda, que cualquier
sonido cercano al organismo humano originará un cambio físico en el interior
del organismo y sus campos electromagnéticos. Este cambio puede que solamente sea
temporal, pero mientras perdura es posible que provoque ciertos factores muy
poderosos y mágicos. Este es el momento de la sanación.
Ondas
La ciencia de la cimática demuestra de forma visual el modo en que el
sonido configura la materia. La cimática consiste en el estudio del fenómeno de
las ondas, y fue “descubierto” en la década de los 60 por el científico suizo, Dr. Hans Jenny. Sus experimentos demostraron que, si se colocan polvos finos, arena y
virutas de acero sobre una lámina de metal y se les aplica una vibración de
ondas acústicas, dichas partículas se organizaban formando patrones concretos.
Las diferentes sustancias se concentran en los senos o depresiones de las ondas
acústicas, destacando de ese modo el lugar donde el sonido es más denso. Estos
sorprendentes patrones, también conocidos como figuras Chalynadi, configuran, en el caso de los sonidos armoniosos, mandalas geométricos
simétricos. En algunos casos no son simétricos, sin embargo resulta fascinante
su contemplación.
Lo cierto es que nuestra
ciencia moderna occidental es la que aporta las evidencias más convincentes en
lo referente al poder del sonido sobre la configuración y transformación de la
materia; lo que constituye el fundamento de su capacidad curativa. Sabemos con
toda certeza, como también lo sabían los antiguos, que todo el universo está
formado por átomos. Cada átomo está formado por un núcleo (neutrones y
protones) y un electrón o electrones que giran a gran velocidad alrededor del
núcleo. El número de cada una de estas partículas difiere según la naturaleza
de la materia. El movimiento de giro de los electrones origina un compás o
cadencia que crea una onda; onda que es posible distinguir mediante nuestra
percepción humana como forma o materia. Siempre que coexisten cadencia, onda y
forma, se produce Sonido. Este conjunto recibe el nombre de la “Ley de los
tres”. No es difícil relacionarlo con otros conjuntos o tríos como el de la
“Santísima Trinidad”, así como otros grupos de tres divinidades o aspectos que
también se da en otras religiones y culturas.
Si comparamos la distancia de los electrones al núcleo de cualquier átomo,
descubriremos que resulta proporcional a la de la Tierra al Sol (de
aproximadamente 160 millones de Km). En otros términos, lo que nuestros sentidos
humanos perciben como materia, no es otra cosa que un conjunto de campos
electromagnéticos resonantes, estrechamente vinculados e interpenetrados: en
resumen una manifestación densa de SONIDO (con mucho espacio intercalado). Toda
la materia es sonido y emite sonido, aunque dichos sonidos se encuentren, en su
mayoría, fuera de nuestro limitado sentido físico de la audición. Nuestros
cuerpo físicos, por consiguiente, son también campos electromagnéticos
resonantes, como también lo son nuestras auras, ambos generados por los átomos
que nos configuran.
Nosotros estamos
vibrando constantemente. Cada molécula, célula, tejido, órgano, glándula, hueso
y fluido de nuestros cuerpos tiene su propio índice (coeficiente) de vibración.
Lo mismo ocurre con cada chakra y cada estrato de campo electromagnético, o
aura. Estos puntos y campos de energía son de igual importancia para el cuerpo
físico, aunque menos densos. En cierto sentido reflejan el estado del cuerpo
físico aunque, lo que es más importante, el cuerpo físico refleja el estado del
aura. La ciencia de la cimática prueba más allá de toda duda, que cualquier
sonido cercano al organismo humano originará un cambio físico en el interior
del organismo y sus campos electromagnéticos. Este cambio puede que solamente sea
temporal, pero mientras perdura es posible que provoque ciertos factores muy
poderosos y mágicos. Este es el momento de la sanación.